Espejismo
El caminaba solo por tierras desconocidas, una explanada que hacía a las personas verse pequeñitas al otro extremo del lugar. A medida que llegaba al final de la plaza, veía a su lado a una mujer rondando, también caminando sola. Ambos se detenían a contemplar el paisaje desde allí, uno al lado del otro. De pronto se vieron conversando de cosas triviales, y volvían de regreso sin mediar palabras.
Al día siguiente nuevamente se encontraron ambos en el mismo lugar.
Después de verse muchas veces, pareció se habían acostumbrado y conversaban como buenos amigos. Un día ella lo invitó a su casa. Él acepta con temor su compañía. Después de cenar, ella lo llevó a descansar a su habitación; se recostaron en la misma cama. Ella comenzó con su mano a rozar su rostro sutilmente, luego el cuello, bajando por el pecho, y así llegando hasta sus muslos. El quedó inmóvil, parecía una estatua, de pronto, ella pone directamente su mano en sus genitales. Por otro lado él no respira, pasan unos segundo interminables. Ella se levanta de la cama como si nada hubiera pasado. Él se queda ahí, pensando: "mañana le daré razones de mi comportamiento, por lo pronto, no le diré que estoy enfermo, le haré saber que tengo una condición especial".
Cada día, ella se nota más alejada, pone menos interés en la relación. Él por otro lado ha comenzó a observarla físicamente con más detalles, la encuentra una mujer baja de estatura, además su nariz, es poco femenina, en su pelo falta el brillo, está pasada de peso; se dice así mismo: "ella es poco atractiva, no me gusta para nada".
Un día, él va pensando que ya no quiere encontrase más con esta mujer; él no se atreve; no sabe si comunicarle o no su decisión. En eso está cavilando, cuando desde el fondo del lugar viene una mujer corriendo con los brazos abiertos, su fluidez es armoniosa, ella es una mujer muy hermosa, vestida enteramente de blanco. Al pasar enfrente de ellos, notan que desde sus brazos y espaldas salen hilos transparentes y al seguir los hilos muchos metros más atrás, lo que parece una sombrilla grande se viene inflando con el viento. Los dos, contemplando la escena, ensimismados, ven como la mujer se eleva hacia lo alto, donde ya sus ojos no les alcanzan.
Él queda en contemplación, y lo único que quiere es regresar todos los días al mismo lugar, ésta vez para ver si vuelve a ver a la mujer del paracaídas. La escena se repite incontables veces, mientras tanto, la otra mujer ha desaparecido en el umbral de su tristeza.
Patricia Araya