
Caligrafía sagrada
Llegará el día en que no podre escribir, y la tinta se volverá mi decisivo aliento, dejando grabado el último mensaje de amor. En ese momento, recordaré cuando niña vi por primera vez escrita mis primeras letras, la felicidad que sentía dentro de mi armonioso corazón, que latía acelerado de la impresión.
Recuerdo mis primeras letras fueron líneas, todas iguales llamadas “palotes”, las hacia horizontales y verticales, pero para mí era una gran manta blanca con códigos que yo tenía la tarea de vestir para poder descifrar.
Mis padres y mis profesores, parecían ajenos a mi felicidad, siempre contemplándome desde lejos. Yo escuchando el murmullo de voces lejanas.
Yo era una niña, pero contemplaba a mi hermana mayor, a través de la ventana. Ella era muy hermosa y parecía estar enamorada, con su mirada en el horizonte. La comparaba con la flor de loto, en el jardín del patio posterior.
Había un árbol en el jardín, yo trepaba su tronco, sentía él me hablaba, era la voz ansiada de mi padre y desde ahí, venían las aves a revolotear, cerca mío, ellos no temían, parecían entender que yo era uno más en la rama y entre sus cantos, ellos callaban para escuchar mis pensamientos.
Eran las flores mis mayores competidoras, todas ellas vestidas de suaves pétalos, y colorida tersura, parecían que ellas escribían todos los mensajes y cartas de amor yo venía a este mundo a escribir.
Mis letras fueron creciendo y se fueron trepando por los bambúes, que se dejaban dibujar por la tinta china. Mi caligrafía, iba guerrera ganando dominio. El tintero pronto quedaba vacío, no porque se derramara, sino porque mis aves salían a volar y recuerdo venían mariposas a buscarme para llevarme a los arboles de cerezos en flor y fue allí contemplando tanta belleza, mis letras se volvieron caballos desbocados, y peces luminosos en el mar.
Mis letras se fueron vistiendo de seda, aves Tucán, flores transparentes, plumas pavo real. Fue todo un tiempo de amor, paz, armonía, reflexión, y fueron los saltamontes los que siempre me sobresaltaron, volvían a la rama de mi vida, y fueron esas flores colgajos azules y rojas del jardín, enraizadas en mi memoria que volvían al tiempo del comienzo. Hasta que todo comenzará a volverse color tinta china y mi pluma se quedará a dormir junto a mi pecho, y en el aire que inspiraré y exhalaré irán naciendo palomas blancas que se las llevará el viento.
Patricia Araya
11-04 -2011
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