Tu ave.

Tu ave.

Ahí fuera, entre los juncos de
la marisma, un ave chilla con pena,
como si hubiese recordado
algo que preferiría olvidar.

- Ki no Tsurayuki

Y estabas vivo, sorprendida llegaba tu imagen rauda e  inesperada  y entro como un ave pintada por mi mano, tinta blanca  y negra sus alas, sigues ave surcadora de mis montañas y con mis ojos sedientos de tu avidez, pude recorrer  los contornos de tu alma. Nunca hasta hoy te sentí mas detenido en la rama de mi vida.

Te he dejado ahí en mi paisaje volando en altitud y en cercanía de mis desvaríos.

Desde ese día que vi tu imagen, he ido pintando tu retrato de a poco, línea a línea, con cuidadoso esmero, sin siquiera delatarme ante mi misma. Eres el ave me acompaña muchas veces en la oscuridad de la noche y cuando te diviso, por alguna razón, en mi acontecer cotidiano. 

Los colores de mis pensamientos, apenas son perceptibles, entre el aguado beige y el negro profundo y sigo delineándote los ojos que una vez me contemplaron;  y sigo contorneando tus labios una vez me besaron y no puedo detenerme, sigo, pintando hasta formar tu cuerpo estoy siendo diseñadora de tu alma, para luego dejarla, entre  luz y sombra, quizás  hasta nuestro próximo reencuentro.

Estuvimos insertos en una negro profundo pero edificada la búsqueda en permanencia. Alguien desde el arte mismo  me pinta ave crane con mis sentimientos alargados, finura de un cuello largo, femenino y me pinta unas alas suaves y aterciopeladas, en un vuelo casi majestuoso. Voy desde las alturas buscándote con mi vista puesta en la tierra donde caminas a diario.

Los días desde nuestro último adiós se han vuelto miles de aves que salen de sus nidos y va hacia el lago en busca del encuentro con sus amados y amadas y bailan la danza del amor.

Hoy solo me queda dar saltos de alegría y bailo al son de mi propia naturaleza, soñando el día,  el ruedo de nuestras alas se toquen,  como vez primera y la nieve bajo nuestros pies se derrita y vuelvan los bellos y cálidos días de primavera. Habremos dado miles de  veces reverencia el uno con el otro, y estaremos al unísono con la madre tierra y nuestro amor se hará sentir en los cuatro puntos cardinales.

Hoy te dejo ir en tu vuelo de ave surcadora de tristeza, pero tú solamente sabes,  que en mi huerto tienes la fruta verdadera,  el oasis donde puedes volar roce a roce con tu alma gemela.

Hoy te he dibujado con ansias y te percibo en mi paisaje entre nubes y sol. Yo te espero en el árbol de mi vida, paciente, serena con la montaña blanca e iluminada, mirándome cuan bella mariposa en el espejo del rio y allá en la distancia, lentamente volviendo a florecer el desierto, en que me dejaste olvidada.

Patricia Araya