Titulo: La Poeta de Coquimbo.
Un tesoro por descubrir.
Tema: La poesía de Gabriela
Mistral está viva:
Ensayo: Por Patricia Araya
2012
El
material y la información depositados en este texto se refieren a la estadía de
Lucila Godoy en Coquimbo; la trascendencia de este periodo significó para su
obra, dando origen a la Ruta Patrimonial en la región.
«Toda
su poesía está viva, porque los labios de Gabriela están besando el corazón del
mundo». Fueron palabras que se dijeron, frente a féretro, en su recorrido hacia
Montegrande.
Coquimbo
reconoce a Lucila Godoy como poeta regional. La ciudad fervientemente necesita
redescubrir, rehabilitar, reencontrarse con ella.
Ahora
es tarea de proyectarla hacia el Bicentenario de nuestro país. Nos aferremos a
ella, para realzar la Ruta Patrimonial que lleva su nombre; como identidad de
la región y sentir el orgullo de saberla nuestra.
La
pregunta es:
¿Se
puede atraer la poesía de Gabriela Mistral, a eventos modernos, tanto
alegóricos como trágicos; para ensalzar o mitigar con sus palabras tales
eventos y encontrar en su regazo poético la reconciliación del humano, consigo
mismo y con los demás?
Quien
nos entrega parte de la respuesta es ella misma, uno de esos poetas que llevan
un mundo interior inmenso, profundo, el cual les dicta espontáneamente la ley
de la belleza externa y donde la fantasía, el pensamiento, la sensibilidad
física y espiritual forman una sola y misma cosa con la emoción, siempre
palpitante, de vivir en medio de un misterio sagrado e indecible
En
Coquimbo, en los periodos específicos comprendidos entre los años 1904 y 1914
es donde comienza a cristalizarse, como poetisa. Fue en esta ciudad donde
aparecen en el periódico EL Coquimbo, La Voz de Elqui, y otros, bajo la firma
de Lucila Godoy más seudónimos: Alma, Soledad y Alguien, los primeros artículos
publicados en un segmento llamado “Lectura Amena”
En un
periodo correspondiente a diez años se pudieron recopilar 37 textos
pertenecientes a ella donde se consignan: cuentos, prosa, prosa poética, cartas y poemas y algunos
artículos relacionados con la educación primaria obligatoria y sus leyes. Cabe
destacar entre año 1904 y 1905 fue el periodo en donde más colaboraciones
presento Lucila Godoy al periódico siendo estos los años adolescentes de la
poetisa.
En
estos primeros años se ve la evolución clara en el trabajo creativo, en su
proceso de temática, orientada a experiencias dolorosas muchas veces trágica
que denota una experiencia personal de igual índole. Esta serie de escritos son
van situando geográficamente enmarcados donde se va desenvolviendo la maestra.
Cabe
recordar en 1902, a la edad de 11 años escribe el poema “Tus Suspiros”
denominándose en aquella oportunidad María Lucila Godoy A.
“Me
encontraba en la pradera
Pensativa,
triste, sola…”
Ya,
para comienzos 1904, cuando aparecen agosto de ese año en el periódico “El
Coquimbo” se firma L Godoy A. Seria el comienzo de buscar y alejarse
de su nombre en busca de su identidad como escritora. Hasta el día de
hoy se manejan teorías que no han tenido una respuesta clara. Muchos estudiosos
concluyen que Gabriela no cambiaba su nombre para borrar el de pila sino para
encontrar dentro de ella misma una proyección futura.
En
diciembre 1904, de ese mismo año, se hace llamar Soledad que mantiene hasta
1905. La mayor parte de ese año incorpora sus apellidos completos y luego le
hace pequeñas variantes: Lucila Godoy y Alcayaga, con “y” griega pero también
con “i” latina, como Godoy i Alcayaga;
ya para fines 1905, hace un nuevo cambio por sus iniciales. L.G.A.
En
1906 comienza a llamarse Alguien, en la Voz de Elqui, aunque a veces sigue
usando sus apellidos. En Mayo 1907 usa el seudónimo de Alma, en el periódico
“Penumbras”, nombre que usara en todos los textos restantes que publicara en
este medio hasta agosto 1908.
Se
dice que ella usaría por primera vez su nombre Gabriela Mistral en los Juegos
Florales cuando presenta a concurso con sus poemas «Sonetos de la Muerte» pero
documentos en las arcas del Museo de Vicuña, avalan que eso no fue así. Fue
específicamente el 23 de julio de 1908, la joven maestra envía una colaboración
con el titulo « Del pasado», donde utiliza el seudónimo oficial de Gabriela
Mistral. Otros estudios avalan que fue el 10 de junio 1908, en el diario La
constitución de Ovalle donde publica su poema “Rimas” y usa el nombre de
Gabriela Mistral por primera vez, luego lo vuelve a usar en el mismo periódico
el 11 julio, pero con un cambio ahora escribe Mystral con una “y” griega, al
enviar otro articulo usa nuevamente el nombre Gabriela Mistral, esta vez en el
diario El Coquimbo, el 23 de julio, 1908. Pasara un buen tiempo, donde repasa,
estudia, cavila, modifica sin decidirse.
En 1911, en el diario de Antofagasta, altera el nombre en dos ocasiones más.
Gabriela Mystraly o Gabriela Mistrali.
En la
Aurora de los Andes volvería a su nombre usando solamente, Lucila Godoy.
Después de esa fecha comienza a usar su nombre universal Gabriela Mistral.
Fueron diecisiete variantes que se han encontrado a su nombre, y quizás hasta
dieciocho veces porque en su poema el “Navegante” del diario El Mercurio de
Antofagasta, no se sabe si por error o porque ella lo hizo a propósito, se
encuentra ese poema con el nombre Aníbal Godoy Alcayaga. ¿Seria un error como
dejó entrever el diario, al día siguiente?
Nos
podemos hacer mil conjeturas, y nunca en plena realidad poder saber el
verdadero motivo. Hay que recordar que en la edad que todo esto sucedía eran sus años adolescentes, donde se busca la
identidad como persona.
¿Porque
no mantuvo su nombre Lucila Godoy? Y busco diluirse como agua en una acuarela,
en una gama de diferentes nombres
¿Con
sus seudónimos quería esconderse, o encontrase a si misma nueva?
¿Ya
tenia la visión de pintarse un personaje importante en el mundo literario?
Todas
estas son interrogante que estarán latente en el aprendizaje de nuestra
poetisa, escritora, maestra, Gabriela Mistral, lo importante es darle un cariz
lo mas acertado posible, y ser cuidadoso en lo que se escribe de ella para no
crear una imagen equívoca; después de todo, no hemos aprendido a conocerla en
su totalidad; cabe recordar ella dejó un antes y un después, en su recorrido
literario. La parte de la infancia y adolescencia hasta su primer viaje a
México la podemos manejar con mayor precisión; pero la escritora viajera
demarca un después prácticamente desconocido. Este texto tiene por objeto
realzar a Gabriela en la etapa fundamental de vivencias en su región natal,
aunque es difícil no mencionar su periplo por el mundo.
Gabriela
Nace a fines del siglo XIX, donde predomina la corriente literaria romántica,
con influencia naturalista, modernista
con un fuerte tinte americanista. Al revisar la lírica de la prensa coquimbana
de la época domina sin contrapeso los temas de amores frustrados, como amores
masculinos, no correspondidos donde sobresalen los temas de despecho, rechazo y
no un mal del alma como los jóvenes románticos europeos.
El
los años que Gabriela llega a Coquimbo, en esta cuidad habían muchos diarios,
en sus páginas daba el espacio a los escritores de la región.
Habría
que añadir como dato histórico cultural la gran cantidad de diarios de la
época, entre ellos El Coquimbo, La voz de Elqui, el Tamaya, La Reforma, La
Constitución y Penumbras. Es increíble pensar que en ese periodo había menor
cantidad de personas pero la afición literaria tenía más convocatoria. La
abundancia de los medios impresos actuaron en beneficio y como plataforma para
que Gabriela pudiera publicar entre los años 1904 a 1909, sus textos en seis
medios locales de la región.
Entre
las temáticas además de los amores frustrados se podían encontrar textos con
amplias muestras de nacionalismo destacando las fechas conmemorativas de
batallas o de luchas conmemorativas como la Guerra del Pacifico donde Coquimbo
tuvo destacada relevancia en participación.
Podría
haber estado influenciada por los escritores y poetas locales, pero no; se ve
claramente la rareza, lo distinto, a pesar de su edad, en la temática. Es aquí
donde se podría encontrar la manifestación primitiva en su obra, la ausencia,
la soledad, que pudo haber tenido el detonante en el abandono de su padre en su
infancia.
Ya en
un escrito hecho a los 16 años de edad se encuentra este poema para el álbum de
Lola surge una Gabriela escéptica y
llena de suspicacia.
Yo no
puedo cantar porque no brota / el verso ya de mi alma entristecida /
¿Quiéres
que vibre el arpa que esta rota? / ¿Quiéres que cante el alma que esta herida?/
murió la inspiración, tan solo el llanto /…
En
este poema deja ver claramente, no es la soledad, no es a tristeza de hacer
versos tristes, es ella, embargada por la tristeza. Ella vive los temas
radicalmente, el amor fatal, el destino ciego, la soledad, el ensueño, el
silencio. Incluso emplea el motivo del terror, inexistentes en los
escritores locales, en el poema “Espejo
Roto” en el diario de Coquimbo, en 1905
En el
texto Ensoñaciones, escrito para La voz del Elqui, el 29 de septiembre 1905,
emplea el color local, la valorización del suyo propio
“Me
aleje del turbión humano y llegue a esa playa amada: La soledad
La
algarabía mundial fue perdiéndose poco a poco en las fronteras del silencio”
En
este periodo ella es diferente se aleja de los demás y vive para si
tremendamente el dolor, la tristeza, soledad y el silencio. Mientras los demás
escribían acerca de la escritura romántica como moda literal de su tiempo ella
la vive intensamente. Además de escribir del dolor en carne viva llama
tremendamente la atención cuan prolifera es su escritura en este periodo, no
hay nadie, ningún otro autor que se asemeje si quiera a toda la creación que
tuvo ella en sus años adolescentes. Antes cumpliera los veinte años ya se
podían contar más de ochenta y cuatro artículos a los periódicos, no contando
que ella geográficamente no conocía más allá del valle del Elqui.
Además
de no contar más que con la educación que tuvo en los cuatro años donde su
hermana Emelina le diera en su escuela de Montegrande.
A sus
quince años ya comenzaba a generar polémica y tanto detractores literarios como
fervientes defensores que lograron ver en ella su gran manifestación literaria,
supieron dar un apoyo constructivo a la joven, que tomaba la región en una
suerte de tormenta, en un lugar donde se carece de ellas.
En Coquimbo, donde Gabriela es figura en la Antología
«Literatura Coquimbana » de Carlos Soto Ayala, en la cual éste le dedica un
breve estudio y selecciona tres prosas poéticas de su autoría: «Ensoñación»,
«Junto al mar» y «Carta íntima». En su introducción en esa oportunidad dijo: “una
mujer puede destacarse por su hermosura, por su linaje y por su talento. La mayoría
optaría por las dos primeras cualidades. Nosotros acá en Coquimbo destacamos el
talento. Tenemos la mejor representación, en la Srta. Lucila Godoy”.
Todo sucedía en su permanencia en estas tierras de
cantera fértil. Ella se enamoraba de un modesto empleado de ferrocarriles
llamado Romelio Ureta, que, por causas desconocidas se suicida al poco tiempo.
Un hombre mediano de estatura, de bigotes, vestido con zapatos de charol.
Llegaba a Coquimbo, la poetisa, caía rendida al amor. Alguien se fijaba en la joven.
Fue Romelio quien robaba los primeros suspiros adolescentes de Gabriela.
Laura Rodig, amiga de Gabriela en notas de un cuaderno
escribe: «De aquella escuela campesina de La compañía, Gabriela paso a otra
fiscal, a La Cantera, pero antes, hacia el 1907, conoce al que fuera el gran
amor Romelio Ureta, de 22 años, cuando ella tenia 18»
Según Edward Matte: ejerció una ayudantía, en una
escuela, 1905, por primera vez en La Compañía, después desempeño igual cargo en
La Cantera, un caserío blanco que se divisa desde el camino que une Coquimbo
con La Serena. Corría entonces 1907, fue durante su permanencia en La Cantera
se desarrollo un idilio de intenso romanticismo, vicisitudes, congoja y
lagrimas coronadas con los Sonetos de la Muerte, que mas tarde le abrirían las
puertas de la fama. Mucho se ha hablado del comienzo y el desventurado idilio
con Romelio, pero mas que amarla él, él fue amado por la tímida maestra. Fueron
muchos los textos y muchos los escritores que escribieron este específico
evento en la vida de Gabriela. Cualquiera sea la verdad de lo acontecido, un momento luminoso, cruza
el destino de Gabriela; el amor de aquel joven, le inspiro, y la herida que le
causo su muerte, pueden considerarse el germen de todo lo que ocurrió después
incluso, el Premio Nobel de Literatura.
Fueron muchos los lugares que acogerían a esta viajera
a lo largo del país. Ella iba encadenada de corazón a las montañas del Elqui y
en su marco geográfico dentro de Chile recorrió, de norte a sur, de este a
oeste, en cada lugar iba dejando estela de un recuerdo imborrable, comienza una
vida itinerante llevándole a diversas escuelas del país.
En el museo en Vicuña para resguardar su obra, esta el
libro llamado «Gabriela En Coquimbo», y «Gabriela en la Serena», donde se haya
las publicaciones, ella enviaba a los diarios de la región.
Coquimbo ciudad puerto privilegiado por las bondades
de su costa se espacia entre el mar pacifico y la virgen milagrosa de
Andacollo; entre la hermosa e histórica cuidad de La Serena y por los valles
bañados de sol de Ovalle. Tierra abrazada por un mar apacible se identifica por
sus historias de piratas y corsarios, también se enorgullece de asir para sus
arcas a una poetisa en quilataje tan esplendoroso como encontrarse con un
tesoro escondido. Su nombre; Gabriela Mistral.
En el año 1922
El Instituto de «Las Españas» de Nueva York, por iniciativa de su
director Federico de Onís, publica la primera obra maestra de Gabriela Mistral:
« Desolación».
Esta seria la puerta que se abriría al mundo.
Mujer escritora, lo hacías tan bien como los hombres,
peleando un lugar, un espacio en la letras. El mundo te invita y eres
reconocida como mujer, poetisa, valorada en muchos lugares. Tu obra es amplia y
se difunde. Recibe la noticia en Petrópolis, Brasil; escuchando un programa
radial; habías sido galardonada con el Premio Nobel. Tiene 56 años de edad. El día 18 de ese mes se embarca
para Estocolmo en el vapor sueco, Ecuador.
En 1945 recibes el Premio Nobel de Literatura de manos
del monarca sueco. En esa ocasión declara:
«Hoy Suecia se vuelve hacia la lejana America Ibera
para honrarla en uno de los muchos trabajadores de su cultura. El espíritu
universalista de Alfred Nobel, estaría contento incluir en el radio de su obra
protectora de la vida cultural del hemisferio sur del continente americano, tan
poco y tan mal conocido»
La primera residencia de Gabriela Mistral
fue en México, invitada a colaborar con la Reforma Educacional Mexicana, y
termina con una despedida solemne: cuatro mil niños de las escuelas cantaron
sus rondas, en el Parque de Chapultepec, frente al
castillo de Maximiliano.
Ahora la vagabunda ampliará el círculo de sus andanzas
e irá por el Viejo y el Nuevo Mundo, de una en otra ciudad.
El
verbo hecho poema, su poesía convertida en ave atravesando fronteras de idioma,
dejando caer dolor y amor sin barreras
en Desolación, surcando todos los mares. Tala. Toda su poesía, hebras tejidas
en una alfombra disecada como uvas al sol. Lagar sus pasos allende de los
Andes; donde insinúas que la vida es, nada más, que un misterioso peregrinaje que nos
lleva a la muerte.
Poetisa de los niños escribe:
«…Los ríos son rondas de niños/ jugando a encontrarse en el mar... Las
olas son rondas de niñas, /jugando la tierra a abrazar... »
« Dame la mano y danzaremos; /dame la mano y me
amarás. /Como una sola flor seremos ».
«La poesía es en mi, /sencillamente, como un regazo, /
un sedimento de la infancia, / sumergida»…
Lucila Godoy, la misma, con santa paciencia queda en
el imaginario colectivo detrás de un escritorio de escuela rural. La
preceptora, como se hacían llamar los educadores de la época; quedaste «voto
supremo de apacentar los hijos ajenos»
Maestra rural, en todas las formas reconocible poetisa
a seres pequeños, de siete años, recién yendo al primer grado de colegio. De su
obra se recoge su amor por los pobres; como la primera poesía deben aprender
los niños de memoria. Los días de invierno llegan a ellos atravesando el río
caudaloso de su poesía. Llueven a cántaros sus versos. Todos los niños sacando
sus zapatos y atravesando por el agua pura de su pluma. Al otro lado secando
sus pies de niños en este poema.
«Piececitos de niño, azulosos de frío, / ¡cómo os ven
y no os cubren, /Dios mío! / ¡Piececitos heridos por los guijarros todos,
ultrajados de nieves y lodos! »
Nos muestra el dolor, lo cultiva, en la búsqueda
desesperada de sacarlo de su existencia. De su libro Desolación dice:
«Dios me perdone este libro amargo y los hombres que
sienten la vida como dulzura me lo perdonen también. En estos cien
poemas; queda consagrado un pasado
doloroso, en el cual la canción se ensangrentó para aliviarme. Lo
dejo tras mí como a la hondonada sombría y por laderas más elementales
subo hasta las mesetas espirituales, donde una ancha luz caerá
sobre mis días. Yo cantaré desde ella las palabras de esperanza...
»
En permanencia por más de 30 años fuera de Chile viaja
por el mundo y por Estados Unidos, visitando y residiendo en varias ciudades de
Norteamérica entre ellas, Nueva York. ¿Como
no imaginar ese paisaje idílico, natural del la ciudad capital del mundo? La
foresta caudalosa, en sus lagos reflejada su sonrisa, deben haber sido amigos,
oídos caracolas de mar, acompañando a Gabriela en sus caminatas en Central Park
recordando su tierra natal.
Podemos imaginar a Gabriela, en El Museo de Arte
Metropolitano; debe haber recibido su presencia más de una vez y en su cima,
tejado, desde donde se aprecian la copas de los árboles; la mirada de Gabriela
contemplando el Parque Central, una mariposa desde alturas, inundada de
recuerdos coloreando en su imaginación; el Valle de Elqui en otoño, perdida en
los tonos, tierra, amarillos, rojos, verde claro y oscuro, color vino tinto de
su tierra.
Los asientos del parque recibiendo su cuerpo de mujer
de salud inestable, allí en los mismos asientos fueron quedando sus poemas como
los cientos de recuerdos de los muchos
volaron hasta allí, algunos hecho polvos por malas manos, sus nombres
deletreados entre a la madera húmeda, tallados por el llanto, de los seres
queridos, que quedaron atrás; dolor de los miles perdieron la vida, en los
atentados del 11 de Septiembre, a las Torres Gemelas, unidos a todos los 11 de
septiembre que fueron; va acoplados en
ellos, a esta alma vagabunda que paso declamando sus
poemas por esas tierras y se quedaron sus versos flores rojas, acunando tanto
dolor. Voz dormida para siempre sobre la copas de los árboles; sumida en sueño
eterno, con la libertad que le concedió Dios para subir al cielo.
En
honor a su recuerdo y a las victimas de aquella tragedia:
Malas manos tomaron tu vida...
«Malas manos tomaron tu vida desde el día / en que, a una señal de astros,
dejara su plantel / nevado de azucenas. En gozo florecía.
Malas manos entraron trágicamente en él.
Y yo
dije al Señor: "Por las sendas mortales / le llevan, ¡sombra amada que /
no saben guiar! /¡Arráncalo, Señor, a esas manos fatales /
o le hundes en el largo sueño que sabes dar!
¡No le puedo gritar, no le puedo seguir! / Su barca empuja un negro viento de
tempestad. / Retórnalo a mis brazos o le siegas en flor.
Se detuvo la barca rosa de su vivir... / ¿Que no sé del amor, que no tuve
piedad?/ ¡Tú, que vas a juzgarme, lo comprendes, Señor! »
Se
encaramó por literatura cual majestuosa enredadera afirmándose con todos los
vástagos nacidos de su seno, con ellos iba escalando montañas, cavando
canteras, y con su poesía, subíase cual cabra a la Estatua de
Libertad.
La respiración agitada, jadeante, como toda libertad cuesta arriba, por la
escalerilla verde metálica, por el interior de su falda, por los recodos de su
útero bronce, sintiéndose como ella, extrajera, pero viviendo sus libertades.
Acá
en la Cantera se quedo marcada la ruta, se quedaron los primeros suspiros de
amor, sus versos, artículos al diario de la región de Coquimbo, la escuelita de
adobe y su recuerdo. El mar de Coquimbo no pudo mecerla más tiempo, no fue
suficiente sus aguas hamaca, ni su brillantez azulada, tampoco el cacharro
Diaguita sacado de la madre tierra y le dejó ir antes, enfermera de enojos. La
sinuosidad de los montes y coloridas flores marcaron su camino. Por la puerta
del sol y las montañas se fue viajera por el mundo entero.
Si no
supiéramos has muerto, Gabriela, diríamos que aun vives y está aquí, seguimos recibiendo el vaho, regadío de
tu alma, aun podemos imaginar verte trepando la Cruz del Tercer Milenio, por su
interior, en los rezos, en la Biblia, en corazón del amor de Jesucristo, en el
abrazo protector la cruz da su pueblo. Debes contemplar el camino desde allá
arriba, la huella, la ruta, nos dejaste pradera de recuerdos. El camino
demarcado por los metros de tu poesía.
Allá en la lejanía vienen bajando desde las montañas
los ríos de su canto; la mar tranquila de Coquimbo espera su llegada y los
cerros siempre jugando las rondas de Gabriela, bajo el sol y la danza de luz de
luna en el mar, son la característica de este bello trozo de tierra. La poesía
de la vate llueve a raudales sobre las casas incrustadas en los cerros, perlas
luminosas, en la noche tranquila de este lugar. Vienen bajando los ríos y en
ellos viene la fuerza de la montaña, el magnetismo, plata liquida, coincidiendo
con ella; la maestra; es la montaña la que renueva la fibras del alma, cuando
se esta en depresión espiritual y es la montaña que llama cuando uno anda
perdido en otras tierras y es de la montaña desde donde emana el agua que
devuelve la vida.
Dios creando al mundo se dio cuenta, quedaba en su
olla divina, un poco de todo, remanente cuando terminaba su creación, sin
mediar pensamiento alguno dejo caer sobre esta maravillosa tierra, un quilt
hecho de retazos de su amor. La tierra le vio nacer, tenía cordillera, mar,
ríos, lagos, islas, desierto, campos de hielo sur, gentes gallardas y belicosas
y niñas jugando a la ronda con una
maestra de escuela contemplando la escena.
Ahora temple silencioso sigue en Monte Grande
saciándose de su basta inmensidad, va, viene, se devuelve para adentrarse en los valles sinuosos y
perderse en su energía reconciliadora. Agradecida del río de ternura de su
valle; se arropa, serena, en plenitud de una mujer amada, poetisa más allá del
Premio Nobel. La energía divina en toda su potencia abrasadora, traspasando su
alma y quizás sin saberlo, ella arroyo donde Dios aunó en palabras su amor
divino.
En Coquimbo aun tenemos la casa habitación, cobija en
su estadía en esta tierra amable, sencilla. La casa de adobe pintada con cal,
despedazada por el tiempo. En su jardín las hojas secas descrito su paso, va
majada la huella de la Mistral. La casa
cerca de una escuela antigua, junto a la iglesia San José, barrio histórico de
Las Compañías.
En Coquimbo diste el comienzo a tu vida literaria y al
valle viniste a terminar en tu última morada, donde continúas viajera eterna.
Llevara años a los estudiosos adentrarse en el caudal
poético. Seguiremos abriendo las urnas que nos han llegado desde Estados
Unidos, cuan piratas a su tesoro. Estamos en comunión contigo, ni viñas, ni
olor a pueblos, solo te espera el gran aventuro.
Y como dijo ella misma en su poema La Extranjera: «
Vivirá entre nosotros ochenta años, / pero siempre será como si llega».
La Cantera, se queda la calle, villorrio cercano a
Coquimbo donde se le vio caminar hacia el estrellato. Nada nunca estuvo
preparado por esta ciudad, simplemente, le recibió, se dio, le sigue sin
saberlo, casi en el mismo misterio que le llevó a ser a Gabriela una estrella
más, bajos los cielos nítidos de Coquimbo.
«No te asuste naufragar
que el tesoro que buscamos, capitán, no está en el seno del puerto sino en el
fondo del mar».
Coquimbo dice:
¡Vamos el tesoro esta aquí! Busquemos en toda la costa de Chile hasta que
llegue a Guayacán.
« En costa lejana / y
en mar de pasión, /dijimos adioses /sin decir adiós.
Y no fue verdad / la alucinación. / Ni tú la creíste / ni la creo yo,
y es cierto y no es cierto /como en la canción. / Que yendo hacia el Sur
diciendo iba yo: / «Vamos hacia el mar/ que devora al Sol».
No es un adiós, sino un redescubrimiento con la flor
del valle, flor de la raza de todos, maestra, viajera incansable, mentor de
muchos, abuela para otros, madre de las madres.
¡Su poesía esta viva! Esperemos su Almácigo de
estrellas bajo los cielos de Coquimbo.
Lucila, Gabriela, Mistral, en las arcas de Coquimbo
dejo tu dulce evocación…
¡Gracias poetisa, chilena a rabiar!