(Pintura de Pablo Amaringo)
Sueño Chamánico
La montaña tiene rostro de mujer hermosa, desde su tercer
ojo nace los ríos que perfilan su nariz, que cae al mar de su sonrisa, sus
labios son fuego de volcán, desde sus oídos nacen los manantiales, que se
vuelven aguas eternas, desde sus ojos azules se dibujan los cielos, el sol, luna,
estrellas, desde su tórrida cabellera, van todos sus hijos aferrados y desde
ahí se deslizan al alimento lechoso de su seno materno.
De su pálpito se escucha y se siente música suave de los
tiempos, lluvia armoniosa, hontanar que corre, me deja caer en un místico
trance, todo es movimiento pausado, la vida en un ir y venir.
Luz del sol alumbrando este paisaje de silencio y
bullicioso latir, la escena un río como espejo detenido, y esa distancia que el
ojo ve desde arriba; la mirada no se detiene en nada, solo observa, la congestión
sanguínea del hombre.
El triángulo, el cuadrado de una ciudad que nunca duerme,
que dejamos de escuchar, solo vemos su movimiento latente, vertiginoso, calles
que se conectan y casi nunca conducen a la pirámide
Dentro de una estación de trenes, la vida continúa en círculo…allá
afuera, la cuidad, con sus edificios, montaña de paredes, nombre de calles y
avenidas, sigue detenida, tránsito los pasos, las horas, los hombre en
constante ir, el reloj, el tiempo que pasa inexorable…el puente que espera
intangible.
Vamos hacia arriba y no lo sabemos, por ahora en
ascensores, luego iremos hacia arriba en un tiempo de memoria olvidada, y un
día nos perderemos de nuestro paisaje habitual, habremos reconocido el lugar
verdadero.
El mundo de la luz, de las tinieblas están ahí, subiendo
y bajando, la escena cambia rápida a veces y lenta después, todo sucede en un
abrir y cerrar de ojos
La vida es un edificio de muchos pisos, envuelta en una
cinta de regalo, la sorpresa es que hacer con su contenido. Entrar, o no ingresar
en su interior o decidir quedarse en sin abrir este agasajo, o, quedarse varado
en el medio de la nada
Madre naturaleza, de amoroso mensaje, nos regalas el más
bello paisaje, tus surcos de morena piel, interminables, se vuelve verde pálido
en la distancia, y esos espejos de agua que envuelven como mantas a tu hijo el
cielo azul, a ratos la densa niebla nos desdibuja árboles que parecieran no
existir, estoy en este sueño de tierra verde a granel, y distantes montañas que
me llaman…
No quiero regresar a la cuidad que sigue su lenta travesía, no sé qué hacer en ese lugar, siento que no
me pertenece.
Me quedo aquí cobijada en el la línea del
surco, en un paisaje de campo, en el color amarillo de las mies, en el violeta
azulado de las flores, en el vergel silencioso que me habla constante, en la
silueta de los arboles moviéndose en la brisa, me sumerjo en el rio que va
zigzagueante va abriéndose caminos, Estoy en el ocaso del sol desapareciendo
tras en mar…
El viaje termina, al desprenderse el espíritu, un gemido sale del cuerpo…despierto.
PATRICIA ARAYA